Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar

Quizá guiado por la utópica esperanza de que si se conoce la historia no se repite, Carlos Brand se trepó a una lancha con destino a Puerto Alvira, un corregimiento de Mapiripán, Meta, donde los paramilitares asesinaron a 29 personas en 1998. El cronista escoge con rigor y delicadeza las palabras para alejarse de la información-espectáculo y narrar una historia con sensibilidad y respeto, a medida que recorre las calles desoladas y se topa con los sobrevivientes de un pueblo que sigue marchitándose “en el silencio que dejó la muerte”.

Historias como la que cuenta David Trujillo en Leonela quiere ser tu amiga no habrían sido posibles si no existiera el pódcast, un recurso “cercano y fresco” según los analistas. Sin embargo, en este caso, de nada sirve la herramienta si el periodista no logra confeccionar un relato capaz de mantener la atención del oyente durante casi una hora. Ese objetivo lo supera Trujillo con una minuciosa reportería y con una narración bien estructurada, muy humana y que mantiene ese ritmo y tono mágicos que requieren los productos de audio.

De cómo un excombatiente de las Farc se reencontró con su amigo de infancia y juntos crearon un proyecto productivo de cerveza artesanal en un espacio territorial del departamento del Tolima, trata esta historia con sabor a conversación, en la que predomina la fuerza del testimonio. Sin mayores pretensiones formales y con sonido ambiente, la crónica nos desliza discretamente por esas montañas donde la reconciliación ya no hace parte del discurso sino de la cotidianidad.

A partir de la comprensión del territorio y de sus complejidades, Julián Isaza Niño se sumerge en escenarios cocaleros del Meta y del Guaviare, a orillas del río Guayabero, para dar cuenta de la crisis social desatada por el incumplimiento del Gobierno a los acuerdos de paz. Son historias breves y potentes. El cronista construye personajes, recoge testimonios y captura atmósferas que se leen como una advertencia de que esta región necesita con urgencia de una presencia estatal, diferente a la militar.

La autora construye un retrato crudo y humano de la extrema vulnerabilidad de los niños del Chocó en medio del conflicto armado. El relato está marcado por la voz de la cronista que, además, se convierte en el recurso narrativo alrededor del cual transcurren las acciones de los personajes, con la inclusión de diálogos vivaces y escenas de alta tensión que mantienen el arco narrativo. La reportería en terreno, con fuentes cuya cercanía supone alto riesgo, apunta a demostrar la ausencia del Estado en estas comunidades abusadas por todos los actores armados.